El pasado 25 de enero dimos comienzo al ciclo ‘Impacto Climático de una Sociedad Digitalizada’ que co-organizamos desde el Espai Societat Oberta con Fundación Avina. Una serie de encuentros y conferencias para innovar de manera colaborativa y conectar a activistas y organizaciones trabajando en la relación entre digitalización y emergencia climática desde varias perspectivas.
Para inaugurar el ciclo pudimos escuchar a Thai Jungpanich (coordinadora del Espai Societat Oberta) y a Laura Señán (coordinadora de alianzas estratégicas de Fundación Avina). Jungpanich puso de manifiesto que en el momento de plantear este ciclo había pocas referencias de intersecciones entre agenda climática y derechos digitales. Por suerte, comentaba, la situación ha cambiado y hay más organizaciones e iniciativas trabajando en ello. “Teníamos claro que no queríamos “comprar” la agenda tecnosolucionista y sí queríamos generar espacios de conocimiento”, añadió.
Por su parte, Señán apuntaba que otra de las premisas importantes en la organización del ciclo era generar “una conversación y una mirada del sur para abrir espacios de debate más allá de la lengua inglesa y explorar el intercambio entre Latinoamérica y Europa desde una perspectiva del sur”.
De la revolución digital a la crisis climática: los nuevos desafíos de la humanidad
En el primer encuentro del ciclo tratamos los desafíos a los que se enfrenta la humanidad en plena revolución digital y qué riesgos tiene esto en un contexto de crisis climática como el actual. Paula Ellinger, de Fundación Avina, moderó el encuentro entre Yásnaya Elena Aguilar, lingüista y activista Mixe, y Joana Moll, artista e investigadora.
Según Ellinger, «la digitalización puede ser una aliada de la acción climática, porque acorta distancias y eleva nuevas voces, pero también trae grandes desafíos a la crisis climática en la medida que ocurre en un marco del desarrollo caracterizado por la acumulación, el consumo, y la extracción». En relación a esta reflexión, tanto Moll como Aguilar apuntaron problemáticas y posibles soluciones a la intersección entre digitalización y emergencia climática.
¿Qué aspectos deberíamos abordar en este ciclo?
Para Yásnaya Elena Aguilar, hay 4 puntos a destacar:
- La digitalización es la última gran revolución de la tecnología pero no se concibe desarrollo tecnológico sin capitalismo. ¿Es posible el desarrollo tecnológico sin capitalismo ni extracción de los territorios?
- También hay que pensar que estas cuestiones se ven sólo como si fueran del primer mundo y en los pueblos latinoamericanos se les ve pobres. Pero incluso el desarrollo tecnológico capitalista se lleva a cabo sobre los territorios y cuerpos del sur.
- Se cree que la digitalización contamina menos que otras tecnologías previas pero nuestros dispositivos tienen hardware que se alimenta de bienes naturales que se convierten en mercancía. La minería para fabricar los bienes digitales sale de territorios de sur y las mujeres han sido protagonistas de la defensa de éstos.
- Cómo pensamos en un futuro en que la tecnología y lo digital pueda ser justo e imaginarse fuera del esquema capitalista.
Complementando estas ideas, Joana Moll recuerda que no hay que olvidar que “la idea de progreso ligada al capitalismo hace que cada vez la tecnología acumule más y tenga más capacidad de extracción minera, de datos, de tiempo, etc.” Moll busca con su trabajo como artista modos de visibilizar el impacto de internet de manera que choque y se pueda entender. “Es importante generar evidencia”, aseguraba. Además pudimos conocer su proyecto en el Arts Santa Mònica en el que propuso reducir el gasto energético al 50% del museo y debatir sobre la relación entre cultura y gestión de recursos, una relación fundamental para luchar contra el cambio climático.
¿Qué esperanza ofrece la digitalización para la justicia climática y resiliencia?
Según Aguilar, el planeta nos está mostrando que el desarrollo actual no es sostenible y está poniendo en riesgo la vida de las personas. “Tenemos que explorar en las diferentes culturas las definiciones de bienestar y progreso. Es fundamental cambiar nuestros propios patrones de consumo pero no olvidemos que una pequeña parte de la población (el 10%) emite más de la mitad de los gases de efecto invernadero mundiales”, apuntaba.
Recomendamos echar un vistazo al concepto y proyecto tequiologias.info que mostró Aguilar, una propuesta de cómo se puede usar la tecnología como trabajo colaborativo de apoyo mutuo.
Para Moll, uno de los mayores riesgos de la digitalización es que se extraen datos constantemente de los usuarios. Ella investiga la relación de poder asimétrica entre usuarios y compañías que se enriquecen y advierte que “se nos hace cada vez más complicado intervenir en estas prácticas o pedir rendición de cuentas“.
¿Importa la herramienta de lucha?
Las dos ponentes pusieron sobre la mesa el escenario de luchar y resistir más allá de las tecnologías existentes, huyendo precisamente del modelo de digitalización actual. “La globalización ha hecho que occidente nos inunde de sus ideas, productos y mercancías. Pero a su vez, las tecnologías han permitido crear proyectos de resistencia“, comentó Aguilar. “Yo no celebraría que muchas personas mixes podamos acceder a Instagram para defender nuestras causas sino que pensaría cómo desarrollamos nuestras herramientas más justas“.
A lo que Moll añadió que “hay que recordar que las redes sociales y plataformas similares están hechas siguiendo un modelo de negocio que almacena y extrae datos para aumentar el armario financiero de unas pocas compañías. El medio sí importa para lograr el fin“.
Mira el vídeo completo de ‘De la revolución digital a la crisis climática: los nuevos desafíos de la humanidad’ co-organizado por el Espai Societat Oberta y Fundación Avina.